domingo, 15 de abril de 2012





-¿Cuántas flores crees que caen en un año? ¿En esta región?-inquirió Meiyo dejando que los débiles pétalos besaran la palma de sus manos.
Atsumori suspiró bajo su máscara. El cielo azul, límpido parecía sonreirles pese a que sus almas conocían el sacrificio que estaban a punto de emprender.
-Probablemente muchas.-pronuncio el otro joven mientras tomaba asiento al lado de su hermano. Conocía aquellas preguntas que siempre formulaba su joven hermano. Era como si las palabras naciesen directamente de su alma, eso es. Iban de su alma al cielo. Aquella clase de alma, que ya no necesitaba pensar, que era, simplemente era como las flores le había atraído desde que se conocieron.
-También nosotros vamos a caer, Atsumori.-pronunció finalmente; nada en su tono de voz dejaba entrever pesar o alegría, era tan solo un enunciado irrevocable, la simple verdad dicha en unas pocas palabras.-Moriremos hoy y moriremos mañana y mientras seamos guerreros así será. Exactamente como estas flores.
-Lo sé...-murmuró-Shinpachi nos espera. Deberíamos ir organizándonos.
El sentido de la practicidad de Atsumori, el más mayor de los dos, siempre contrastaba con la naturaleza contemplativa de Meiyo, quien podía estar horas y horas sin nada más que el silencio o un riachuelo fluyendo a través del jardín de piedra. Su alma era realmente como aquellas flores. Frágil pero perfecta. Sin dubitaciones o temor, tan solo empuñaba su espada arrebatando el aire como si de un trueno se tratase.

El conocía este hecho y por ello perdonaba su actitud extremadamente vaga. Prefería pasar un día contemplando algo bello que dedicarse a organizar un ataque.
-Que cómico, pensar que ahora Iga se pone de nuestra parte, cuando no hace demasiado prefería ser independiente...
A este último comentario se le sumó la voz de un niño, que parecía venir del tejado.
-Me atrevería a decir que es más cómico el hecho de que me uniese a tu ejército en vez de matarte a ti como en un principio me habían ordenado.
Aquella voz burlona resonó por los alrededores sin que nada pudiese rebelar de donde procedía exactamente.
Meiyo rió con ganas.
-Me sorprendes, Shinpachi, aún sigues ahí arriba?

to be continued.

sábado, 14 de abril de 2012







Como si hubiese olvidado lo que llevaba mi alma desde hacía tanto tiempo. Tal vez alentada por la sensación de que el futuro se podía alcanzar asumiendo lo sucedido y tomando otra decisión.
Al final nunca he podido renunciar al camino que estaba inscrito en mi alma desde hacía tantos años.
Yo no he dejado de buscar. Nunca lo he hecho. Porque si fuese así habría llegado a la conclusión de que mi vida no tiene una finalidad.
Opino, que toda alma humana ha de encontrar su finalidad en esta vida. Si no es capaz de proteger algo, si no es capaz de entender lo que le rodea o encontrar las fuerzas y el sentido de levantarse cada amanecer...entonces su existencia es vacua. Carente de significado.

Llevar esa clase de vida, la de un cobarde que llena el vacío solo con cosas temporales, materiales o de similar índole, no es una vida de la que puedas sentirte orgulloso.

Igual que vivir solo soñando o esperando no es más que la vida del desencantado. Si realmente amas tu sueño entonces persíguelo, si realmente desear cambiar, entonces hazlo. Todo ser humano tendría que ser capaz de seguir el camino que ha escogido sin temer los improperios de la sociedad.

Si no eres capaz de aceptar lo que eres, seguir adelante pese a que la sociedad te de la espalda o no comprenda tu manera de obrar no eres más que un ser triste.
La opción más sencilla siempre será excusar tus comportamientos, echándole la culpa al pasado o a tus complejos y rendirte sumisamente a los excesos, ir a esos lugares de los cuales uno puede avergonzarse de ir o hablar mal a las espaldas de otros como solo los débiles hacen.
Esta clase de comportamientos son los que acometen los "gorriones".

Pero si eres capaz de aceptar esa soledad a la cual la sociedad te confine en ocasiones, si eres capaz de luchar contra todo para buscar la verdad...Entonces al final del día, aunque tan solo hayas conseguido capear el temporal y sobrevivir al paso de las horas sin menguar en tus preceptos...si tu ideal se ha mantenido erguido, incapaz de doblegarse ante todos estos infortunios entonces...Tu alma está viva. Tu estás vivo. Existes de verdad. Y no debes avergonzarte de lo que eres. Ese orgullo, el de mantenerte alejado del mal, el de hacer lo que consideras correcto, siendo fiel a ti mismo, sin huir; es tu verdadera identidad.

No necesitas un nombre. No necesitas ser conocido. No necesitas ser rico o afortunado. Eso no te satisfará.
Los que tenemos esta clase se alma tan solo aspiramos a esa paz a ese bien a ese ideal.

Y nunca seremos gorriones.

miércoles, 11 de abril de 2012

Un alma que va al Satori


Siempre fue así. Habrá de muchos tipos.

Pero mi alma va al satori.

Si crees que lo que eres no es suficiente, entonces cámbialo. Ten la fuerza de enfrentarte al débil humano que eres, date cuenta de tus pequeñeces y lucha contra ellas. Esa es la verdadera valentía.

Es un camino largo, tal vez sacrificado, pero es el camino de la verdad. Solo así podremos alcanzar la paz.

El verdadero significado del camino de espinas es ese autoconocimiento. Porque...¿Cómo vas a proteger algo si no puedes protegerte ni a ti mismo?
La vida no es para ti, mantener tu propia existencia no tiene significado. Tu vida no debería tener significado para ti, la vida tiene el significado que el amor de los otros le otorga. Por ello, no debemos aferrarnos a la vida más que a la muerte. Solo debemos seguir la vía de un único sentido. Seguir hacia adelante y tratar de ayudar a los que amamos. Esa es la verdadera perla de la existencia.
Incluso yo, joven y algo mísera. Tiene suficiente para empezar con saber eso.

Lo único que tengo son mis convicciones y viviré bajo ellas hasta el día en el que muera. Ese es el camino de mi alma. El de recuperar el honor, vivir con valentía, sin dubitaciones y no hacer absolutamente nada de lo que me arrepienta. Lo único que quiero es morir siendo una mejor persona, habiendo cumplido todo cuanto debo hacer.

Ese es mi camino.

lunes, 9 de abril de 2012

La mariposa de medianoche


-Ah...Atsumori.-pronunció con lentitud el joven, apenas entreabriendo sus finos labios en una sonrisa adusta.-Ojalá pudiese ser como esas flores. Hermosas y perfectas. Danzando en lo efímero de este mundo flotante, sin temer a nada, tan solo floreciendo sin miedo.-sus ojos rasgados recorrieron casi con ensimismamiento los sutiles trazos del ramaje de aquel cerezo en flor. Las pequeñas y brillantes hojas que despertaban entre la negrura que las rodeaba, creaban un fresco contraste con los endebles pétalos. 

Aquel que recibía el nombre de Atsumori asintió con la cabeza, persiguiendo con su mirada aquel último comentario que parecía pintado con esmero y sabiduría. Como todas las palabras de su hermano. 

Se habían detenido en aquel largo y angosto pasillo, cubiertos únicamente por un saliente acompañado de una barandilla, que separaba el espacio interior del jardín tupido que decoraba el patio. 

La lluvia caía, una espesa cortina que nublaba sus visiones a pocos centímetros de ellos, sin permitirles apreciar la totalidad de aquella obra maestra de la naturaleza cosechada por el hombre.
-Todo está tan claro hoy...-continuó en un murmullo el muchacho. Era delgado, menudo, no pasaba de un metro sesenta y cinco como mucho; sus espaldas eran más bien delgadas. Todo en el presentaba una delicadeza llena de diligencia poco habitual en otros de su misma edad. Como si fuese un bonsai al cual el cariño de su dueño hubiese transformado en una cuidada pieza de artesanía. -Dicen que los principios con lluvia son un buen augurio.

El otro joven, mucho más alto que el, de complexión más grande no pareció secundar aquel último comentario, apenas dicho a media voz. Sus expresiones no podían ser reveladas. Tampoco, aunque pudiese de algún modo hacerlas llegar, parecía interesado en que el resto del mundo comprendiese el alcance de sus pensamientos. 
Esto era debido a que una máscara de facciones descompuestas, brutales...Cubría su rostro. La máscara de un demonio. 
El otro, parecía totalmente inmunizado a la apatía aparente de su compañero; no pareció inmutarse del mal humor que cargaba el otro a causa del retraso. Sus movimientos, eran lentos, elegantes; como si se admirase en poseer el lujo de disfrutar de cada uno de los segundos que le eran otorgados por el destino. 
Alzó el brazo, e internó sus dedos en la lluvia. 

El hombre de la máscara habló por primera vez. El tono de su voz era servicial, servicial y cortés, también profundo. Una profundidad que sin embargo, no dejaba ver el trasfondo de sus emociones.
-Meiyo-danna, id con cuidado, podríais ensuciaros las mangas.
El otro rió casi como un niño que ha sido encontrado cometiendo alguna travesura. Su risa cristalina pareció apaciguar a su interlocutor.
-¡No te preocupes tanto!-lo reprendió con suavidad-Sería más terrible no sentir la frescura de la primera lluvia de la temporada, desperdiciando así este instante.

Atsumori, el hombre de la máscara, dejó escapar un suspiro vencido.
-Como gustéis,-convino con cierta impaciencia.-aunque tal vez los consejeros de Ue-sama no opinen de igual forma.
-Entonces será una verdadera lástima.-finalizó Meiyo sin un ápice de malicia. -Pues quien no es capaz de apreciar la poca belleza que le muestra este mundo, tampoco puede cambiarlo. 

Ambos continuaron el transcurso de sus pasos. 
Se internaron atravesando diversas puertas corredizas, hasta ser conducidos a una amplia sala majestuosa. Al fondo de esta, impasible, les esperaba el mismísimo Shogun: Ieyasu Tokugawa.

Una mariposa atravesó volando el aguacero. Depositando su dolorido cuerpo sobre una camelia. El jardín llegó a la medianoche. Nadie escuchó el grito agónico de una flor sin esencia. 
Las flores caen, cuando nadie las contempla. Así como en el más profundo silencio de unas Islas, también en medio de las tinieblas; casi por descuido, nacen las leyendas.


-Meiyo no Okuni, capítulo 0: La mariposa de medianoche.